Bilbao al entrar nos mostraba
como siempre la belleza de sus montes.
La bondad de vuestra alma
y el amor con que todo estaba dispuesto,
es el sol que hoy nos alumbra
y el mismo que nos hizo olvidar
el vago recuerdo de una noche poco estrellada...
Como ladrones del tiempo
degustamos amorosamente
los segundos que nos unieron
con sabor a maullidos, a gastronomia,
a decisiones impensadas que nunca llegaron a ser.
Aunque no decidir en tiempo pasado,
fué lo mismo que no elegir aquella noche
la estructura de cada plato.
Fué como sentarse a una buena mesa
y sentiros con el corazón,
comprendiendo vuestras palabras.
Y dejando que la vida fluya sin más,
como fluia aquella noche el agua de la ria:
MANSA Y BRILLANTE.
Rosa Mª Vargas
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